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El cuerpo como batalla

>> Fotos Carlos Furman
 

“En mi trabajo, siempre se ha puesto de manifiesto entender el cuerpo como un canvas, un espacio donde se dirimen todas las batallas: culturales, filosóficas, políticas y estéticas. Es la herramienta más poderosa no sólo de proyección, en términos de comunicación, sino también de la existencia”, afirma Maricel Alvarez, a propósito de la creación de Ecdisis.

 

Cuando Maricel Alvarez fue convocada por Diana Theocharidis para trabajar  a partir del striptease, emprendió el desafío de transformar ese encargo en una obra propia. Tras un primer recorrido por materiales críticos, teóricos y documentales, ¿cuáles de todas esas ideas empezarían a organizarse como un cuerpo propio, en términos conceptuales y escénicos? Lo que alumbró está búsqueda fue encontrarse, entre materiales de divulgación científica, con el concepto de ecdisis: el proceso de muda, la capacidad de los artrópodos de desprenderse de su esqueleto externo. “Esta asociación bella, poética, lúdica, me resultó interesante para proyectarlo en la especie humana”, reflexiona Maricel Alvarez. “¿Qué hacemos cuando la ropa o los motes nos quedan chicos? ¿Podemos despojarnos si la tendencia de los hombres es acumular, quedarnos con todo?”

–¿Cómo juega el proceso biológico de la muda en el espectáculo?

–La criatura deviene ecdisista durante el número, para llegar a finalmente a un estado en que pone de manifiesto la vestimenta más real y orgánica con la que contamos que es la piel. Así fue como me puse a pensar cuál era el intérprete apropiado. Tenía que ser alguien de una belleza singular, ambigua, que pudiera estar habitado por lo masculino y lo femenino. A través de una coreógrafa amiga conocí a Ulrico Eguizábal Catena, una figura que imanta. Nos pusimos a trabajar y a pensar juntos cómo desarrollar una serie de movimientos que hicieran una suerte de hommage a aquellas figuras del striptease o del burlesque emblemáticas, pero de a poco ir deconstruyendo esa imagen.


–Como si se despojara del exoesqueleto.

–Exactamente. El vestuario es clave en esta pieza. Hace mucho tiempo que estoy interesada en trabajar con el látex, que es un material que simula una piel. Es viscoso, brillante, remite a los insectos en proceso de muda (la nueva piel es muy frágil y delicada, muy vistosa). Ese traje va adherido al cuerpo, y salirse de él implica un esfuerzo. Esta metáfora permitía que la premisa se expandiese y desarrollar un trabajo apoyado fuertemente en lo visual, en lo sonoro y no solamente en lo performativo.


–Recién escuchábamos un documental como obertura de la pieza…

–Es un documental apócrifo, realizado en la misma línea de divulgación científica que los que produce National Geographic. Son documentales muy gráficos, didácticos, bellos, perturbadores. Me interesaba trabajar esa línea, quebrando el discurso, que de científico pase a poético. Si el ser humano es una especie y convive con otras, ¿por qué no puede emularlas y quitarse de encima todo aquello que lo oprime? Me gustó la ambigüedad del performer, plantear sutilmente cuestiones que tienen que ver con el género, con las elecciones y el deseo, ya no solamente con lo que uno hereda.


–¿Qué otros lenguajes intervienen la puesta en escena?

–En el número en vivo, el registro audiovisual vira hacia otro lugar y permanece. La pantalla donde se proyecta el documental pasa a ser un ciclorama, una fuente de luz que dialoga con los movimientos del performer y la música. Hemos traficado movimientos del burlesque y del striptease, y también trabajamos con lenguajes más contemporáneos: el moving, el walking, el fisicoculturismo, las estatuas grecorromanas, la lucha de sumo. Figuras en las que lo femenino está forzado a su máxima expresión, en términos culturales, y lo masculino también. Hasta los huesos de esa criatura se retuercen en lucha contra esos moldes, mandatos, patrones o patronos, para terminar en un estado de indefensión y empoderamiento.


–¿Casi como crear una forma social nueva?

–Justamente, para superarse, para empoderarse. Es interesante cuando los signos son ambiguos, no unidireccionales. Cuando una criatura puede ser un hombre o una mujer, estar empoderándose o en sumo grado de vulnerabilidad. El traje es impactante y después se transforma en una armadura, que dificulta el movimiento. Todavía considero un gesto radical la decisión de despojarse de todo, independientemente si el artista muestra o no sus genitales. Hay una idea más profunda que la genitalidad: el cuerpo como herramienta política, la única de la que disponemos para hacer un cambio o una transformación, que Ulrico asume en escena.



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