# Dossier 3 / EL CASAMIENTO / UN HAMLET DEL SIGLO XX NOTAS RELACIONADAS           

Un Hamlet del Siglo XX

>> Fotos Carlos Furman
 

El protagonista de El casamiento revela las claves de un personaje que, según su autor, “oscila entre la sabiduría y la estupidez, entre el sacerdocio y la locura”.

 

Luis Ziembrowski posee una mirada inquietante. Tal vez se deba a que ha encarnado a una multitud de villanos, deformes y marginales de toda laya en el cine, el teatro y la TV, y esa impresión (¿falsa?) ha quedado fijada y se confunde con el Ziembrowski real que uno tiene adelante. Como sea, ahora que ha sido casi obligado a abandonar su camarín –donde se prepara con mucho tiempo antes de su salida a escena debido al esfuerzo físico y la concentración notables que le demandan su personaje– para responder a una entrevista para la TV en el Hall del San Martín, esa mirada inquietante vuelve a aparecer en el rostro de Ziembrowski y el entrevistador no puede dejar de sentirse un tanto intimidado, doblemente se diría: por la mirada y porque la molestia del actor está debidamente fundada.

De cualquier forma, pasados unos segundos, la cámara se prende y este intérprete enorme que es Luis Ziembrowski, un actor diferente (término deteriorado que en él vuelve a cobrar sentido), verdadero outsider para el sistema argentino, describe sin pausa a Enrique, el protagonista de ese mundo desquiciado y fantasmal de El casamiento, un hombre que sueña un regreso que se transforma en pesadilla.

“Enrique es un hombre que vuelve de la guerra y ahora está soñando que regresa a un lugar donde alguna vez estuvo”, dice Ziembrowski. “Un reino donde cierta vez tuvo una familia, amigos, una novia y en donde perteneció a la monarquía. Y nada de eso es cierto. La obra trabaja sobre capas y el personaje se va reinventando todo el tiempo. Cuando leí El casamiento, en la lista de los personajes de la primera pagina del libro decía: “Enrique, actor-príncipe”. Por lo que para el autor, el personaje es un actor. Por otra parte, inventa permanentemente situaciones sobre la marcha aunque, al mismo tiempo, la obra ya esté escrita antes de él. Por eso aparece como un juego de cajas chinas”.

“Enrique tiene una fascinación infantil con lo que va descubriendo”, aclara el actor. “Y también sufre un padecimiento sobre eso que va descubriendo, por lo que necesita seguir inventando para no caer en el vacío. El regreso al hogar y la familia demuestra su necesidad de restablecer el orden perdido, el que había sido, el que siempre fue. Un orden moral. Enrique se toma de eso, se mete a vivir eso, aunque en un momento encuentra la fuga, porque el mundo se mueve a su alrededor. Entonces traiciona a su padre, y es cuando aparece su vena autoritaria, y pretende dominar al mundo, pero no para reconstruirlo sino para destruirlo. En este punto, la obra se vuelve muy actual, muy coyuntural, y adquiere su sentido más político: una reflexión dolorosa, inexorable, sobre la arbitrariedad del poder. Al principio,  Enrique parece incómodo con la situación, pero después la acepta. Aunque se trata solo de un efecto: está atrapado por la forma. Una forma que le fue impuesta, una forma establecida por el autor, Gombrowicz. En esta puesta, el director también nos impuso una forma muy determinada, muy particular. Una forma que es coreográfica y musical, con una incidencia permanente de la música. Esa incidencia, por momentos y sobre todo en la Martín Coronado, una sala de grandes dimensiones, juega de una manera muy provocadora. Estimulante pero también molesta. Y sobre esa construcción y esa molestia también se construyó la puesta. El casamiento tiene un devenir muy hamletiano: mi personaje podría ser el desprendimiento de un Hamlet del siglo XX, quien también en su momento se preguntaba acerca del ser, si lo que vivía era un sueño o la muerte. Enrique se pregunta eso todo el tiempo: si es o no es, si lo que vive no es un sueño. Sin dudas Gombrowicz abrevó en Shakespeare, que era el autor que más le gustaba en el teatro y que le permitía plasmar su invención”.


El casamiento (Ślub)

Ficha técnica

Autor Witold Gombrowicz
Traducción Alejandro Rússovich
Adaptación Michal Znaniecki

Elenco
Enrique Luis Ziembrowski
El Padre Roberto Carnaghi
María Laura Novoa
Borracho Nacho Gadano
Pepe Federico Liss
La Madre Emma Rivera
Canciller Gabo Correa
Jefe de Policía Tomás Rivera Villatte
Obispo Pandulfo Luis Almeida
Personajes de la imaginación (en la cabeza) de Enrique:
Klau Anghilante
Juan Cruz Márquez de la Serna
Teresa Floriach
Marco Gianoli
Cristian Vega

Músicos en escena
Pablo Mainetti (bandoneón)
Nahuel Aschei (trompeta)

Coordinación de producción María La Greca
Producción técnica Magui Berretta Miguez
Asistencia de dirección María Leiva, Victoria Rodríguez Cuberes, Leo Méndez
Asistencia de vestuario Lihuen Savegnago
Asistencia de escenografía Javier Hoses
Asistencia artística y escenográfica Nicolás Isasi
Colaboración en la adaptación Ignacio Sánchez Mestre
Entrenador vocal de Laura Novoa Ignacio Mascardi
Diseño de sonido Javier López del Carril
Diseño de sistema de video Sebastián Zavatarelli

Realización de video Pablo A. Varela
Coreografía Damián Malvacio
Música original Hadrian Tabęcki
Iluminación Bogumil Palewicz
Vestuario Luciana Gutman
Escenografía Luigi Scoglio
Dirección Michal Znaniecki
Duración 100 minutos

Estreno: 17 de marzo
Despedida: 3 de junio

Sala Martín Coronado
Teatro San Martín

Temporada 2018



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