# Dossier 7 / GRUPO DE TITIRITEROS:
LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS DESORDENADOS
/ EL FASCINANTE UNIVERSO DE LO DIFERENTE
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El fascinante universo de lo diferente

 

El Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín estrena La biblioteca de los libros desordenados en el Teatro Sarmiento. La obra, que obtuvo el premio Ariel Bufano, reúne al director Román Lamas junto con un grupo autores e intérpretes fuertemente vinculados con la historia del Grupo.

 

Entre estantes viejos y polvorientos se esconde el  universo de los Caldericos. Su protagonista es Pino, un travieso Calderico distinto a los demás, que debe iniciar un viaje para escapar de la burla de los suyos. Así se inicia La Biblioteca de los libros desordenados, obra ganadora del certamen de dramaturgia Ariel Bufano, creado por la Dirección General del Complejo Teatral de Buenos Aires para destacar la producción autoral de teatro de títeres y objetos. El premio incluye el montaje a cargo del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, como festejo por sus cuarenta años de trabajo. Su directora artística, Adelaida Magnani, señala la enorme alegría “de seguir avivando la pasión que nos une, de volver a encender la antorcha cada día”.
Los autores galardonados, miembros de la Compañía El Nudo, son egresados del Taller-Escuela de Titiriteros “Ariel Bufano” del Teatro San Martín, al igual que el director convocado para el proyecto, Román Lamas. Este estreno, que significa una verdadera gran fiesta, se vuelve un lugar privilegiado para pensar sobre la diferencia. “La meritocracia como cultura, el individualismo y el “sálvese quien pueda” enfatizan esa diferencia tan cruel que es la de señalar al “diferente”, al “raro”, y eso está arraigado en un estrato profundo de nuestra humanidad”, afirma el director Román Lamas. “El arte nos permite mostrar estos conflictos y ponerlos a la luz de un debate serio y profundo”. 
Será por eso que para desplegar el mundo de los Caldericos y al singular Pino, el director cita al pedagogo y filósofo alemán Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares: “Las ovejas negras de la familia son buscadores natos de liberación para el árbol genealógico, yendo en contra de los caminos marcados por las tradiciones familiares”. Los juzgados y rechazados son los llamados a liberar a su genealogía de historias repetidas que frustran generaciones enteras, para abrir ramas nuevas y florecidas en el árbol familiar.

–¿Cómo empezó a trabajar a partir del universo de los Caldericos?
–Cuando Adelaida Mangani, la directora artística del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, me ofreció poner en escena esta obra, me interesó por varios motivos: asumir un nuevo desafío, continuar desarrollando mi rol de director dentro del elenco, encontrarme con un texto inédito y ricamente escrito por la compañía El Nudo. El universo propuesto, una biblioteca eternamente desordenada poblada por singulares bibliotecarios, da lugar a que las historias salgan de sus páginas. Me pareció un punto de partida fascinante poder jugar con el pasaje de dimensiones: descubrir que en esos pequeños espacios y territorios suceden historias tantantoo más importantes que las que se presentan a simple vista.      

–La obra habla de un viaje, donde la burla y el desconcierto da paso a la valoración de la diferencia.
–El viaje, como impulso al autoconocimiento y latrascendencia, siempre fue el motor de muchísimas historias. Las peripecias que nuestro héroe, Pino, tiene que travesar, acompañado por su amigo Fratelo y su mascota Rechulele, hace que el relato se vuelva fundamental, para que recorrer el camino valga la pena. Surcan el cielo en un ave multicolor, navegan en un barco de papel y conocen a Eco, el guardián del bosque de los fósforos. A su regreso Pino descubre un sentido para su hermosa diferencia. De ahí se sostiene la vigencia de un lenguaje como el del teatro, cualquier ser humano necesita juntarse para contar y escuchar historias. En este caso se agrega otro factor fundamental que también se encuentra en muchísimos relatos, lo diferente, que funciona como espejo y refleja nuestra propia diferencia. 

–¿Cómo fue el montaje del espectáculo?
–En el primer encuentro con el texto y durante las lecturas con mis compañeros y compañeras de elenco, percibimos que aunque la historia es sencilla no era una obra fácil de escenificar. Entonces decidí proponerles comenzar a montar la obra tal cual se presentaba en el texto y de ese modo encontrarle distintas posibilidades. Por ejemplo, si el relato en algún punto no fluía, lo modificaríamos con mucho cuidado para que la arquitectura general no se resintiera. De ese modo recorrimos el cuento una y otra vez con total sinceridad y transparencia, para dejar en evidencia la historia fundamental de aquello que resultaba accesorio. Como titiriteros, nuestro abordaje fue necesariamente desde lo corporal hacia los objetos. Construimos prototipos hechos por los propios titiriteros y titiriteras, bajo pequeñas consignas en común: ¿Cómo se comportan los bibliotecarios? ¿Cómo son estos Caldericos? ¿Cuál es su singularidad? ¿Cómo es este nuevo universo? ¿Qué más pueden hacer? Alejandra Farley y su equipo, a cargo del diseño de títeres, dialogaron con cada intérprete para generar los títeres definitivos, con una aproximación muy cercana y minuciosa a los prototipos. En simultaneo, Alejandro Mateo presentó su propuesta de vestuario y escenográfica, en diálogo con Mirko Mescia, en el diseño sonoro. Visitamos varias veces los depósitos de utilería del teatro (que para mí es como ir a una feria de elementos fascinantes) partiendo de la premisa de que en una biblioteca puede haber de todo, no sólo libros.

–¿Con qué objetos se encontraron?
–Elegimos tantos que estuvimos por pedir otra sala para ensayar. Con el correr del tiempo sucedió lo esperado: los objetos fundamentales permanecían y los otros, por bellos que fueran, los dejábamos de lado con mucho esfuerzo. Nos dábamos ánimo diciendo: «ya los usaremos para otra obra». De a poco los ensayos revelaban un ritmo natural de desarrollo, en ese punto destaco la colaboración increíble de nuestra asistente Ayelen Laxalt, que al ser titiritera fue de gran ayuda con su mirada desde el comienzo. Luego, se sumó Ana Ortiz en el mismo rol. La producción del espectáculo estuvo a cargo de Galo Ontivero, primero, y luego, de Mariana Abbas.  

–Este estreno celebra los cuarenta años del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. ¿Qué significó para ustedes? 
–El Grupo de Titiriteros es un espacio de pertenencia total para mí, el continuo descubrimiento de un oficio que nunca voy a abandonar, y permite desarrollarme y enriquecerme para volver con nuevas experiencias. Este ir y venir del grupo me posibilita desde hace 27 años desplegar esta profesión con absoluta libertad, junto a todos los que fueron mis maestros y compañeros. Agradezco en especial a Adelaida Mangani por su perseverancia, experiencia y confianza para todos los integrantes, en su rol como directora general. Llegar a los cuarenta años de vigencia de un elenco estable que pertenece a toda la comunidad es un logro de todos los que creen posible la transformación social desde el arte. Festejar la vigencia de los “Títeres del San Martín” con un estreno entre los muchos de esta temporada, demuestra la capacidad profesional del elenco y del Complejo Teatral que nos contiene.      

–¿Cómo ve el teatro de títeres y objetos actualmente?
–Es un arte que no deja de desarrollarse, pese a que en otros tiempos fue tratado como una disciplina bastarda. Su transformación es notoria, ahora es considerado tan fundamental como la danza, la música, el teatro o las artes visuales. En Buenos Aires, junto con poetas y teatristas importantes como Javier Villafañe, Ariel Bufano, Adelaida Mangani y directores como Kive Staiff, se logró fundar la Escuela de Titiriteros “Ariel Bufano”, pionera en la enseñanza, una usina y semillero de nuevos y nuevas profesionales. Luego, con el desarrollo inagotable de esta disciplina y la multiplicidad de propuestas, se logró convertir con mucho esfuerzo en carreras de nivel universitario todavía vigentes en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), en el Instituto Municipal de Teatro de Avellaneda (IMTA), donde se incluye el teatro de objetos y títeres como una de las disciplinas teatrales. A pesar de los embates económicos y políticos que actualmente modifican el desarrollo de cualquier institución, creo en la permanencia de este arte singular, imprescindible, en su constante e incansable expansión y su interconexión con las disciplinas artísticas que contiene. Mi deseo es seguir acompañando y empujando sus bordes tan vastos como la necesidad del ser humano a expresarse en cualquier lugar, cueste lo que cueste.



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