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Un lugar donde no da el sol

Por Luciano Suardi >> Fotos Gustavo Gavotti
 

A poco de comenzar los ensayos, el responsable de la puesta de Umbrío, del catalán Josep Maria Miró, compartió con TEATRO sus reflexiones sobre una obra “perturbadora y misteriosa” que, con el procedimiento de un thriller psicológico, pone en cuestión las formas de las relaciones personales en las sociedades contemporáneas. Y no sólo eso: también adelanta apuntes sobre escenografía, vestuario, iluminación y métodos actorales para su montaje.

 

Escribir a mitad de camino de un proceso es compartir incertidumbres. En el primer día de ensayos uno enuncia algunas certezas para ir marcando un sendero, que los actores puedan tener una contención y, así, atreverse a dar los primeros pasos. Pero al avanzar, afortunadamente, varias de esas certezas pueden desmoronarse. Y se erigen otras. Entonces, con dudas, escribo desde la angustia de lo que aún no se sabe y de lo que no sabemos si vamos a lograr. Y la angustia puede ser conducente pero caótica y desprolija.

DE LA OBRA 

Lo primero que me provocó Umbrío fue una perturbadora inquietud. Repaso en mi cuaderno las primeras palabras sueltas escritas: peligro, miedo, sospechas, mentira, fachada, desencanto burgués, doble moral… Me provocó misterio, y si bien no es críptica, está llena de enigmas.
El epígrafe de la obra es de Teorema de Pasolini. Sobre la destrucción de la ley y la transformación en “diferente”. Hacía poco, Matías Feldman me había convocado para actuar de Pasolini en un proyecto. Me gustan esas coincidencias, creo que abren mundos y conectan el espíritu. Y orientan miradas.

DE DIRIGIR 

Cuando concibo y dirijo una obra propia, puedo partir de una imagen, de una frase, de una breve situación, de un problema en el que quiero meterme, pero siempre a partir de algo que me obsesiona. Cuando el texto me es dado, me propongo y necesito encontrar sobre la obra esa obsesión para acercarme a su voz. Una herida íntima que me mueve a accionar, igual que en la actuación, algo que me movilice profundamente, saber desde qué desconsuelo voy a intentar crear un mundo. Pero esto es demasiado íntimo y es secreto… Parafraseando también a Pasolini: “Estoy lleno de una pregunta que no sé responder.”

MÁS DE LA OBRA

Después se desatan otras preguntas que se convierten en nuevos motores de la puesta. En este caso, ¿de qué somos capaces para “triunfar” y proteger nuestros intereses ante la amenaza de perder lo conseguido? ¿Importa qué podríamos llegar a hacer para obtener aquello que deseamos, en una época que impone “tenerlo todo”? ¿Qué es lo verdaderamente importante? ¿Cuáles son los valores que vale la pena sostener? ¿Cuándo el otro se transforma en un desconocido, en un peligroso enemigo? Preguntas. Nunca para responderlas, sino para transmitirlas, para que estén vivas e intactas en el cuerpo de los actores y sobre el escenario.
Creo que es momento de contar la trama.
Al volver a su casa, Julia (Eleonora Wexler) y Rafael (Alejandro Paker), un matrimonio burgués exitoso, impecable y con una fachada de bienestar y felicidad, descubren que han entrado a la fuerza en su departamento. Se acostaron en la cama matrimonial, tocaron los juguetes de su hija de casi seis años, dejaron la televisión encendida con un DVD de la ecografía de la niña, cambiaron de lugar el anillo de bodas de donde ella lo había dejado, pero no se llevaron nada. La pareja, conmocionada, se pregunta quién y por qué lo hizo, quién quiere lastimarlos. Tras ese episodio, Rafael y Julia van a ir descubriendo aspectos del otro y de su funcionamiento como pareja que desconocían o que no se habían atrevido a plantearse. Aparecen personajes que revelan situaciones aparentemente ocultas, que amenazan su status quo y los obligan a mentir para sostenerlo a toda costa: Toni (Willy Prociuk), un antiguo compañero de trabajo de Rafael de quien se advierten acciones turbias en los negocios para llegar donde llegó; un ex alumno de Julia, Lucas (Pedro Merlo) quien fue su amante; y una vecina, Olga (Gaby Ferrero), que enfrentando cierta desazón y soledad propias, obliga a Julia a confrontar matices oscuros de su accionar y la expone a su íntima disconformidad. Todos son sospechosos.
Bajo el procedimiento de un thriller psicológico, la obra desnuda comportamientos de una clase, una máscara de éxito, felicidad y un todo inmaculado que esconde desencanto y una doble moral burguesa de hipocresía. Y la manipulación entre los personajes para mantener ese modus vivendi inalterable. ¿Pero para qué?

DEL ESPACIO

Me interesó la violación a la intimidad familiar, el robo de esa intimidad, que es el detonante de la acción de la obra y nos hizo pensar en una resolución espacial (de Rodrigo González Garillo) consistente en correr el sofá del living hacia atrás (es una obra que ocurre en el living) y que el centro espacial lo tuviera la frontera entre lo público y lo privado. De esta manera, el planteo escenográfico está regido por un gran ventanal y su cortinado, y éste será el centro de la acción, desde donde los personajes espían y son espiados.
Primera imagen: cortinado cerrado, como un telón. Escuchamos a los personajes al comienzo pero no los vemos, apenas intuimos las siluetas en las transparencias.
Parte de la fachada del edificio va a envolver a la sala, de manera que el espectador esté más inmerso en la situación de espiar por la ventana. Hacía tiempo que quería ver una obra por la ventana… Se dice en la obra que la fachada del edificio es atípica. Vamos a tener elementos decorativos del art decó con un atlante art nouveau, copia de un edificio porteño de la Avenida Belgrano. Me gusta pensar en ese contraste, que al hacer convivir en escena dos elementos que en la realidad no lo hacen, aparezca cierto extrañamiento. La decoración del departamento es a la moda y bastante minimalista, casi de un realismo un poco desplazado. Porque no es, en el fondo, un hogar. No es un nido. Quieren tener todo bello, perfecto y ordenado, la habitación de la niña impoluta, pero debe parecer que en el fondo no viven allí. La perfección que oculta un verdadero vacío.

DE OTROS OBJETOS

Hay un solo cuadro, grande, en las paredes: una réplica de El éxtasis de la joven Katharina Emmerich de Gabriel Cornelius Ritter Von Max (retrata a una joven religiosa sentada en la cama, afiebrada y dolorida, y con estigmas). Parece que se les escapó el detalle, como si no se hubiesen dado cuenta de lo tenebrosa que es esa imagen.
Todos tienen el celular la mayoría del tiempo en la mano, como otro retrato de época.
(Estamos esperando por correo un juguete que compramos en China: una calesita a cuerda de hojalata… Ojalá que llegue a tiempo. Hacerla funcionar en manos de la niña será una amenaza.)

DE OTROS ELEMENTOS

El vestuario (de Betiana Temkin) está avanzando: ropa a la moda, impecable, particular, con detalles de una clase pudiente, que la eligen, la piensan y les importa. En este matrimonio, la fachada está en su casa y en sus cuerpos.
La luz (de Leandra Rodríguez) siempre viene más tarde en el proceso, pero queremos que acompañe esta sensación del espiar, de departamento que espiamos desde la calle, reforzando claroscuros emocionales y el suspenso.

DE LA ACTUACIÓN

A la par de profundizar los vínculos y la tensión, incluso erótica, entre todos los personajes, estamos probando momentos de escenas en las que el espectador aprecie fragmentos, como si realmente estuviera espiando por una ventana y no siempre se vea todo. Resaltar y enfatizar, de esta manera, lo oculto, lo que no se ve, lo que siempre es también siniestro.
Todo el tiempo nos preguntamos qué nos conviene para actuar en cuanto a qué sabe cada uno, quién fue culpable, quién tiene la razón, cuál es la verdad, cómo ve cada uno esa verdad, qué sospecha cada uno del otro… En esto estamos: ¿cómo actúo la mentira?
Estoy tratando de que encontremos el gesto justo al descubrir que te engañan y no se reclama, al descubrir que te mienten o la corrupción del otro y callar. La trama da revelaciones que después no tienen la respuesta esperada. Nadie puede hablar honestamente de lo que le pasa.
Y hay muchas frases y pequeños modos que se repiten. ¿Qué hay en esa repetición? ¿Qué se constata, qué se afirma? ¿Será un juego de manipulación que comparten todos? Pretendo duplicar en el espacio de la misma manera que se duplica el texto o una situación.
Por momentos, pensamos que cada personaje, según con quien esté, sea otro personaje. Dos o tres caras para cada uno.
Cuanto más avanzamos, más grande se nos hace el vacío de los seres de Umbrío, soledades que creen haber encontrado un sentido pero que después se derrumba. No había pensado en tanto vacío.
Estamos en un momento no necesariamente de entender pero sí de empezar a que todos asociemos libremente, que empecemos a recordar algo de nuestras vidas o de lo que vimos que nos acerque a Umbrío. Y en el momento de hacer nuestros deberes en casa y, en los ensayos, olvidarlos.

DE SEGUIR

Varias veces se describe al departamento como un lugar donde da el sol. Pero apenas escudriñamos, hay sombras en esta casa y en estas almas, hay zonas umbrías… Por eso la vecina no entiende si el miedo y el peligro están realmente dentro o fuera. Y qué hicimos para que quien duerme a nuestro lado se convierta en un desconocido.
¿Qué era tenerlo todo?



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